El edificio nació con vocación de hito urbano sobre un solar excelente en el inicio del tercer tramo de la Gran Vía (entonces llamada Avenida de Eduardo Dato), para el que se eligió un potente chaflán en curva que corrige visualmente la perspectiva asimétrica de la esquina. Este chaflán está rematado por una torre de cuatro pisos que se proyectó desde el principio pensando en que fuera soporte de anuncios luminosos.
En las plantas inferiores se establecieron oficinas y de la sexta a la novena se instalaron también los primeros apartamentos de alquiler amueblados de la capital, con muebles diseñados por el propio Feduchi, que obtuvieron un premio del Ayuntamiento en 1933 y una segunda medalla en la exposición de Bellas Artes de 1934.
El resto de la obra lo constituye un bloque destinado a una de las salas cinematográficas más grandes de la época en Madrid de cinco plantas, que supuso un alarde constructivo por su estructura, instalaciones de climatización y acabados, que representaron una aportación de nuevos materiales en España, entre ellos las telas ignífugas. El techo de la sala se cubre sin apoyos mediante vigas Vierendell de 31 metros de longitud y más de 3 de altura que durante algunos años tuvieron el récord mundial de este tipo de viga.
Pronto le asignó el apodo de "La Nevera" por ser el primer edificio de Madrid en tener aire acondicionado. De hecho, la sala de máquinas para la refrigeración ocupaba tanto como el cine de su planta baja y el requerimiento energético del edificio era tan elevado que incluso contaba con su propia subestación eléctrica (que se llevó un quinto del presupuesto final de 12 millones de pesetas, excluido el valor del solar).
La fachada se proyectó con idea de servir de soporte a los carteles publicitarios, de los que llegó a haber una docena, desaparecidos en su totalidad tras las Ordenanza Reguladora de la Publicidad Exterior. Con su rehabilitación en el año 2002 se eliminaron todos los anuncios de la fachada a excepción del famoso cartel de Schweppes (colocado en 1969), que recibió el "indulto", convirtiéndose a sí en un auténtico icono de la capital, que ha sido incluso inmortalizado en el cine ("El Día de la Bestia", Álex de la Iglesia, 1995) o en el álbum de Nacha Pop “Buena Disposición” (1982). Todo un símbolo formado por 312 barras luminosas suspendidas a 37 metros del suelo.
Las habitaciones de los años 50 costaban entre 50-150 pesetas (0,30-0,90 €) mientras que hoy, alojarse tras los neonesde Schweppes (curiosamente, una de las habitaciones más demandadas) nos saldría por unos 200-400€.
De la decoración original de su interior tan sólo han sobrevivido los pasamanos de la escalera y la barra del bar, así como los planos que decoran los pasillos y algunos libros de registro antiguos.
Desde 1977 el edificio es Bien de Interés Cultural.
Con todo podemos decir que nos encontramos ante un impecable ejemplo de arquitectura modernista influenciada por Mendelsohn en Madrid. Fruto de una época de florecimiento arquitectónico en España durante la segunda republica.
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